
atawallpa oviedo freire
Desde las cosmovisiones ancestrales, lo femenino y lo masculino eran energías sagradas en complementariedad. Sin embargo, esa armonía fue quebrada con el surgimiento del patriarcado, un sistema que distorsionó el principio masculino hasta reducirlo a dominación, conquista y guerra.
Conviene subrayar que el primer golpe patriarcal no fue contra las mujeres, sino contra la Madre Tierra. La desacralización de lo femenino de la naturaleza fue condición necesaria para conquistarla, apropiarse de sus frutos y convertirla en objeto. Solo después de esa ruptura se trasladó la misma lógica hacia los hombres y mujeres pobres, esclavos y siervos, vistos como propiedad, y más tarde hacia las mujeres ricas, con ello a todas las mujeres.
El origen de esta fractura se encuentra en la aparición de la propiedad privada, que surgió con las primeras élites urbanas de Sumeria hace unos 4.000 años. No fueron los hombres en general quienes inventaron el patriarcado, sino pequeñas élites depredadoras que se apropiaron de la tierra, de los cuerpos y del trabajo de los demás. Ellas impusieron un orden basado en la acumulación, la esclavitud y la desigualdad. Y hoy, lo que vemos en el capitalismo neoliberal y eurocéntrico no es más que la cúspide voraz de ese mismo proceso, donde el 1% de la población concentra la riqueza que arrebata al 99% restante.
Esto explica por qué el patriarcado no debe confundirse con lo masculino. El patriarcado es la corrupción del principio masculino y su conversión en instrumento de opresión por parte de las élites. De hecho, los primeros varones en sufrirlo fueron los hombres pobres, reducidos a esclavos, soldados o siervos de guerra, sometidos a la autoridad de los patriarcas. Solo después la lógica patriarcal se universalizó, disciplinando tanto a hombres como a mujeres bajo sus jerarquías.
A lo largo de la historia, las propias madres —ya sometidas al sistema patriarcal— transmitieron esa forma de masculinidad endurecida a sus hijos, reproduciendo inconscientemente la violencia del sistema. Por eso no es correcto entender el patriarcado como una guerra de hombres contra mujeres, sino como un sistema civilizatorio integral y transversal que afecta a todos.
Salir del patriarcado, entonces, no significa colocar mujeres en instituciones patriarcales para que administren el mismo orden de dominación, sino superar la raíz misma del sistema: la lógica de la propiedad privada, de la acumulación y del despojo de la Tierra. Si no desmontamos ese núcleo, lo único que hacemos es perpetuar la misma fractura con un rostro diferente.
Hoy nos encontramos en el clímax de este proceso: la Tierra devastada, las comunidades fragmentadas, la riqueza en manos de un puñado, y la humanidad en una crisis de sentido. Sin embargo, en medio de esta vorágine, resurge la memoria de Abya Yala y de otras culturas originarias, recordándonos que es posible otro camino: el de la reciprocidad, la complementariedad y la sacralidad de la vida.
Superar el patriarcado-capitalista es más que una tarea política: es una transformación espiritual y civilizatoria. Es el retorno a la Madre Tierra, la reconciliación entre mujeres y hombres, y la construcción de un orden basado en la vida, no en la acumulación.
📚 Referencias
Lerner, G. (1986). The Creation of Patriarchy. Oxford University Press.
Graeber, D. & Wengrow, D. (2021). The Dawn of Everything: A New History of Humanity. Allen Lane.
Oviedo Freire, A. (2015). Filosofías de Abya Yala. Quito: Escuela Alteridad.
Oviedo Freire, A. (2023). Sacroterapia: caminos de sanación integral. Quito: Escuela Alteridad.