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En casi todos los sectores sociales se vanagloria la independencia de España por parte de los países latinoamericanos, cuando en realidad no hubo ninguna independencia, tal como lo resumió gente de Quito con una frase lapidaria en los muros de esta ciudad: «último día del despotismo y primero de lo mismo». Esto refleja que no hubo ningún cambio estructural, al menos para la mayoría de la población, y en particular para los indígenas. Más bien, su situación empeoró en la denominada época republicana. El sistema de haciendas se fortaleció y los hacendados fueron más despóticos todavía. De esta manera, quedó claro que la independencia de España era solo una forma en que las élites criollas ricas querían tener el control absoluto sin depender de la corona española.

Hoy se ensalza a Simón Bolívar y otros personajes, cuando eran miembros de las élites más ricas de esa época y solo querían no tener ninguna dependencia y poder hacer, a su arbitrio, lo que tuvieran a bien. El padre de Simón Bolívar era uno de los hombres ricos de Venezuela, poseía muchas tierras y negocios. Y no buscaban la independencia para los pobres y los indígenas, sino que querían perfeccionar la dominación a niveles extremos. Si desde España se pedía cuidado con la mano de obra indígena para que esta no se acabe y siga produciendo, los ricos criollos querían que trabajaran mucho más.

Los indígenas que fueron convertidos en «esclavos» en la época monárquica, en la época republicana se acentuó y prolongó hasta la reforma agraria de los años 60. Esto significa que es un eufemismo hablar de independencia, cuando solo fue un corte administrativo y continuó, y hasta se profundizó, el colonialismo epistémico y ontológico al pensamiento europeo, que ha alcanzado su clímax en este tiempo. Estamos en el nivel mayor de colonización, al nivel en que los neocolonizadores ya no solo tienen el fenotipo llamado blanco o mestizo, sino que la mayoría de los propios indígenas han encarnado el pensamiento del colonizador, especialmente el religioso, convirtiéndose en difusores hacia aquellos que todavía no han sido colonizados plenamente.

Conclusión
La narrativa de la supuesta independencia de América Latina oculta las continuidades del despotismo y la opresión hacia los pueblos indígenas y las mayorías pobres. Lejos de ser un proceso liberador para todos, la «independencia» fue un ajuste de poder que permitió a las élites criollas ricas consolidar su dominio sin la supervisión de la corona española. Hoy, el legado de esta «independencia» sigue siendo cuestionado, especialmente en el contexto del colonialismo epistémico y ontológico que persiste en la región. Por ende, no ha habido ninguna independencia y no hay nada que festejar; por el contrario, está por hacerse, y ahora es más difícil, cuando la dependencia económica y cultural ha llegado a niveles máximos, en los que los pobres y los indígenas en su inmensa mayoría ya no se manejan por sus milenarias filosofías, sino que han integrado las filosofías del colonizador a su vida, de la misma manera como han integrado las ropas españolas que les fueron impuestas y ahora las defienden como propias u originarias.

Por Alteridad

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