atawallpa oviedo freire

El 3 de agosto de 1492 zarparon del puerto de Palos (España) las tres carabelas —la Niña, la Pinta y la Santa María— bajo el mando de Cristóbal Colón. Esta fecha, conocida tradicionalmente como el inicio del «descubrimiento de América», marca en realidad el comienzo de un proceso sistemático de invasión, despojo y colonización de las tierras conocidas por sus pueblos originarios como Abya Yala, término ancestral de los pueblos kuna (Guna Yala), que significa «tierra en plena madurez» o «tierra viva».

Un continente invadido

Lo que siguió a aquel viaje fue la apropiación territorial más extensa en la historia de la humanidad. Las monarquías europeas —comenzando con la española y luego la portuguesa, inglesa, francesa y holandesa— se robaron un continente de más de 42 millones de km², saqueando sus riquezas naturales, exterminando culturas y esclavizando a millones de personas. Algo jamás visto en otro lugar y en tal cantidad.

El historiador David E. Stannard estima que la población originaria de América antes de 1492 era de entre 70 y 100 millones de personas, y que en poco más de un siglo murieron cerca de 80 millones, en lo que él denomina el «mayor holocausto de la historia» (Stannard, American Holocaust, 1992). Las causas fueron múltiples: enfermedades como la viruela, el sarampión o la influenza —para las cuales los pueblos indígenas no tenían defensas—, pero también masacres, esclavitud, explotación forzada y destrucción social y cultural.

De la colonia física al colonialismo mental

Durante más de cuatro siglos, los pueblos indígenas fueron sometidos al régimen colonial. Fueron despojados de sus tierras, desplazados y reducidos a servidumbre en las encomiendas, reducciones y haciendas. Con las reformas agrarias del siglo XX, en algunos países se logró cierto acceso a la tierra y a la movilidad, pero paradójicamente esto marcó el inicio de una nueva forma de colonización: la interiorización del modelo monoteísta.

Hoy, tanto indígenas como no indígenas participan en un sistema económico basado en el consumo, el extractivismo y la explotación, lo que Aníbal Quijano llamó “colonialidad del poder” (Quijano, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, 2000): una forma de dominación que persiste más allá del fin formal del colonialismo y que moldea la cultura, la economía, la espiritualidad y la subjetividad.

La extinción cultural y espiritual

La colonización no fue solo territorial, sino también espiritual y epistemológica. El proyecto cristianizador borró sistemáticamente las religiones ancestrales y las cosmovisiones originarias. Hoy, más del 90 % de la población en América Latina se identifica como cristiana (Pew Research Center, 2014), resultado de siglos de catequización y de imposición de un monoteísmo eurocentrado.

Las consecuencias son profundas: no solo se impuso una religión, sino un modelo de mundo que excluye el pensamiento circular, la sacralidad de la naturaleza, la complementariedad de los opuestos y la relacionalidad cósmica que caracterizaban las espiritualidades indígenas.

El colapso ecológico y el retorno a la Pachamama

Sin embargo, estamos llegando al límite de este modelo. El colapso ecológico provocado por siglos de extractivismo, industrialización y ruptura con la naturaleza pone en jaque la supervivencia misma de la especie humana.

La Pachamama —la Madre Tierra— ha sido devastada, pero su desequilibrio también está despertando una conciencia planetaria. En esta crisis civilizatoria, muchos pueblos indígenas están reapareciendo con fuerza como guardianes del conocimiento ecológico ancestral, ofreciendo una vía alternativa basada en el Buen Vivir (Sumak Kawsay, Suma Qamaña, Lekil Kuxlejal, entre otros), donde la vida no se organiza en torno a la acumulación, sino a la armonía, la reciprocidad y la conexión espiritual con la Tierra.

Ni los búnkeres construidos por los multimillonarios —como los documentados por The Guardian y The New Yorker— podrán salvarlos del desequilibrio planetario. La única salida es el retorno a las leyes naturales, a vivir bajo los principios de interdependencia y equilibrio.

533 años después: una encrucijada para la humanidad

Han pasado 533 años desde el inicio de la invasión de Abya Yala, y aunque muchas naciones han alcanzado la independencia formal, la colonización del pensamiento, de los cuerpos y del espíritu continúa. Hoy enfrentamos una encrucijada histórica: seguir el camino del colapso o emprender el retorno hacia la comunión con la Madre Tierra.

Los próximos 30 años serán decisivos. No se trata de regresar a un pasado idealizado, sino de recuperar la sabiduría del pasado para orientar el futuro. Un presente y futuro que no puede construirse desde el eurocentrismo, el patriarcado, ni el monoteísmo de mercado, sino desde la diversidad espiritual, ecológica y cultural que habita en los pueblos ancestrales.

La luz ancestral regresa para guiarnos en medio del oscurantismo moderno. La Pachamama llama, y solo quienes escuchen ese llamado podrán reconstruir el equilibrio perdido.

Bibliografía y fuentes:

  • Stannard, David E. American Holocaust: The Conquest of the New World. Oxford University Press, 1992.
  • Quijano, Aníbal. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina.” La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, CLACSO, 2000.
  • Pew Research Center. Religion in Latin America: Widespread Change in a Historically Catholic Region. 2014.
  • The Guardian. “Tech billionaires are building bunkers.” 2020.

Por Alteridad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *